El
laberinto de la soledad
Octavio
Paz
El capítulo
primero, El pachuco y otros extremos, inicia la reflexión sobre el ser mexicano
tomando un modelo que se encuentra escindido de su suelo, de su ambiente, y en
torno a esta figura plantea su tesis sobre la soledad que estaría en lugar del
sentimiento de inferioridad que Samuel Ramos manejaba en El perfil del hombre y
la cultura en México. Y en el apartado final, Octavio Paz cierra sobre la misma
idea de la soledad desde una perspectiva dialéctica de lo histórico y lo
mítico. En los primeros capítulos su marco de estudio es México y el mexicano,
buscando siempre la figura del otro con quien contrastar las diferencias que lo
identifican. En primera instancia, el otro es el norteamericano, y más
adelante, el sudamericano. Pero luego el otro es el europeo, ante el cual ya no
sólo le basta diferenciarse, sino que le preocupa lo que crea, piense y diga de
él: “No somos francos, pero nuestra sinceridad puede llegar a extremos que
horrorizarían a un europeo” , y luego agrega, “el esplendor convulso o solemne
de nuestras fiestas, el culto a la muerte, acaban por desconcertar al
extranjero”. Terminamos este acercamiento con la respuesta que Octavio Paz da a
la pregunta sobre la identidad que se le hizo en una entrevista a finales de
1991: “No me gusta la palabra identidad. Aún menos la frase de moda: ‘búsqueda
de la identidad’”. Luego, Paz señala su propia definición sobre la identidad de
América latina: Lo que llamamos identidad y que antes, con mayor propiedad, se
llamaba el carácter, el alma o el genio de los pueblos, no es una cosa que se
pueda tener, perder o recobrar. Tampoco es una sustancia ni una esencia.
América latina no es ni un ente ni una idea. Es una historia, un proceso, una
realidad en perpetuo movimiento y cambio continuo. América latina existe en la
historia o, más bien, es historia: una sociedad de sociedades en un territorio
enorme rodeado de otras sociedades, todas en movimiento. Una sociedad es una
cultura: un conjunto de individuos, cosas, instituciones, ideas, tradiciones e
imágenes. Una realidad sui géneris pues no es enteramente material ni ideal.
América latina es una cultura. No es fácil definirla y ni siquiera describirla.
América latina es una realidad verbal. O sea: una lengua. Y aquí quien dice
lengua, dice visión del mundo. ”Nos interesa, finalmente, mostrar cómo esta
definición, cuarenta años después de El laberinto de la soledad, ha variado
significativamente y ha dejado atrás una serie de ideas y conceptos míticos que
se han seguido destacando y perpetuando en artículos, ensayos y coloquios
internacionales en los que se exalta el significado que, para la definición de
la identidad del mexicano, significó la publicación de esta obra de Octavio
Paz, hace cincuenta años.

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